miércoles, 3 de octubre de 2007


Adolescencia e identidad

Al inaugurarse el concepto de adolescencia, las perspectivas y condiciones de la mujer y del chico cambian de manera casi radical tanto desde los campos sociales como individuales. Al presentarse la adolescencia como un período de capital importancia en la estructuración de varones y mujeres, se acepta que tanto estos como aquellas deben vivirlo de manera intensa para llegar de mejor manera a la juventud y a la vida adulta. Se empieza a dejar de lado la idea de que el ser humano es maduro cuando es capaz de reproducirse. La pubertad es tan sólo una capacidad de realizar funciones reproductoras; mas no legitima, de manera alguna, la puesta en acto de esta capacidad. La adolescencia, en cambio, es un tiempo privilegiado en el proceso de conformación de la muchacha y el chico en todas sus dimensiones, que origina nuevos estilos de vida, crea una nueva concepción del mundo y de los valores, de las relaciones interpersonales y del sentido de la existencia. A diferencia de la pubertad que dice si una chica ya puede quedar embarazada y ser mamá y si el muchacho puede ser papá, la adolescencia anuncia que mujeres y varones atraviesan un período de intensas vivencias y experiencias destinadas a preparar no sólo la maternidad y la paternidad, sino la vida entera. La adolescencia aparece para ofrecer posibilidades de vivir nuevas experiencias y alternativas de elegir. La pubertad es apenas un proceso biológico. La adolescencia es lo psíquico y social.Por eso, con el concepto de adolescencia, aparece otro igualmente importante, el de identidad. Antes bastaba el cuerpo con sus características anatómicas y fisiológicas para determinar si alguien es mujer o varón para siempre. En cambio, el concepto de identidad se refiere a un proceso mediante el cual alguien se va haciendo mujer o varón a lo largo de la vida mediante modelos, imágenes, deseos. palabras y presencias de los otros. En estricto sentido, es imposible, por ejemplo que una niña, desde cuando nace, pueda construir su feminidad sin el apoyo directo de decisivo de su mamá, su papá y todos los que la rodean. Además, la misma sociedad ofrece e impone a niñas y niños una serie de modelos que deben seguir para ser mujeres y varones tal como la sociedad ha previsto y desea. Para el niño y la niña, sus principales modelos están en casa: la mamá y el papá. En cambio, para los varones y mujeres adolescentes, los modelos están fuera, en el cine, la televisión, el deporte, la moda. Cada muchacho y cada chica se van construyendo de acuerdo a estos modelos. Una tarea compleja, causa de alegrías felicidades y placeres. Pero también de dudas, desconciertos y confusiones. Porque durante la adolescencia, nada es estable ni fijo ni duradero. Por el contrario, todo cambia, a ratos a una velocidad incontrolable. La adolescencia es cambios, mutación en el cuerpo, en los modos de ser, en las ideas, gustos, inclinaciones, deseos, sentimientos y afectos. Pero estos cambios terminan configurando lo que caracteriza a cada uno, su modo peculiar de ser, su modo de vivir su cuerpo, sus relaciones. Con esto se hace una mujer, se identifica a un varón.La identidad es también imagen, la que tú tienes de ti y la que los otros construyen sobre ti. La cultura ofrece modelos ideales de belleza a los cuales mujeres y varones tratan de asemejarse de la mejor manera posible. Pero no siempre es fácil. Con frecuencia, la realidad personal del propio cuerpo concuerda poco o casi en nada con el modelo: la estatura, el peso, el color del pelo, de la piel, la forma del rostro, de la nariz, el tamaño del busto. Una chica puede creerse poco atractiva, o fea, demasiado gorda o muy flaca, alta o demasiado pequeña. Teme que no atraerá la mirada y el deseo de ningún chico. Es su fantasía, es su identidad. Y sufre por ello aún cuando los otros le digan todo lo contrario. Al final de la adolescencia se asumirá como es porque habrá logrado un espacio propio para su vida.

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