"Un niño para atrapar un hombre"
La mujeres adolescentes viven en un contexto lleno de erotismo, desinformación y presión. Hacer el amor, para ellas, no siempre responde a sus propios deseos y decisiones. Los varones se sienten con el derecho de exigirles lo que, con descaro, llaman la prueba de amor. El amor de los chicos sí es verdadero porque siempre están dispuestos a hacer el amor. En cambio el de las mujeres se mueve en la duda. Para salir de esta duda, ellas deben hacer el amor cuando él lo desea. Este es uno de los grandes engaños que sostienen las relaciones amorosas. Presionadas, obligadas y llenas de temor de perder a su chico, demasiadas adolescentes hacen el amor, sin suficiente deseo y sin protección alguna. Muchos embarazos se deben a este acto que lo único que prueba es la posición de sometimiento en la cual se encuentra la mujer. Ante el embarazo, probablemente él se dé la media vuelta y la desconozca.El amor es una conquista que, para unos, pude resultar sencilla y llana y, para otros, conflictiva, ardua e incluso peligrosa. Amar es un ejercicio que exige renunciamientos, éxitos y fracasos. Y la adolescencia es la mejor escuela de este ensayo perenne de ser amado. Desde la fantasías y los deseos, se cree haber encontrado a la mujer perfecta, al varón soñado. El amor en la adolescencia es absolutamente legítimo, quizás es más genuino y verdadero de toda la vida. Pero no siempre resulta fácil aceptar que es posible perder la relación, que ese otro elegido puede dejar de amar y fijarse en otra mujer. Los celos, los temores y las angustias invaden a la chica que, desde su desconcierto, acude a una estrategia mágica para retener a un hombre que, a lo mejor, ya se encuentra ido, al otro lado del amor. Y esta fórmula mágica se llama embarazo. Mientras el varón le exige la prueba de amor, ella pretende certificar a través del embarazo que él en verdad la ama y que, por lo mismo, no puede dejarla.Por ejemplo, una chica de 17 años quiere tener un hijo para que él se amarre a ella porque teme que él la deje. En cambio si tiene un hijo, él la va a llevar. Pero él puede decir que no, pero entonces ella (ya embarazada) recurre a los padres que exigen a la pareja que se case. Embarazo e hijo destinados a amarrar a un hombre a una relación que no se sostiene en los deseos, en las expectativas mutuas ni en las decisiones de dos. La mujer renuncia a su palabra, a la búsqueda de otras alternativas para ser amada y deseada y se va por el camino, aparentemente más fácil. En ese embarazo hay una suerte de humillación, de anonadamiento de la mujer y también del hijo.
La mujeres adolescentes viven en un contexto lleno de erotismo, desinformación y presión. Hacer el amor, para ellas, no siempre responde a sus propios deseos y decisiones. Los varones se sienten con el derecho de exigirles lo que, con descaro, llaman la prueba de amor. El amor de los chicos sí es verdadero porque siempre están dispuestos a hacer el amor. En cambio el de las mujeres se mueve en la duda. Para salir de esta duda, ellas deben hacer el amor cuando él lo desea. Este es uno de los grandes engaños que sostienen las relaciones amorosas. Presionadas, obligadas y llenas de temor de perder a su chico, demasiadas adolescentes hacen el amor, sin suficiente deseo y sin protección alguna. Muchos embarazos se deben a este acto que lo único que prueba es la posición de sometimiento en la cual se encuentra la mujer. Ante el embarazo, probablemente él se dé la media vuelta y la desconozca.El amor es una conquista que, para unos, pude resultar sencilla y llana y, para otros, conflictiva, ardua e incluso peligrosa. Amar es un ejercicio que exige renunciamientos, éxitos y fracasos. Y la adolescencia es la mejor escuela de este ensayo perenne de ser amado. Desde la fantasías y los deseos, se cree haber encontrado a la mujer perfecta, al varón soñado. El amor en la adolescencia es absolutamente legítimo, quizás es más genuino y verdadero de toda la vida. Pero no siempre resulta fácil aceptar que es posible perder la relación, que ese otro elegido puede dejar de amar y fijarse en otra mujer. Los celos, los temores y las angustias invaden a la chica que, desde su desconcierto, acude a una estrategia mágica para retener a un hombre que, a lo mejor, ya se encuentra ido, al otro lado del amor. Y esta fórmula mágica se llama embarazo. Mientras el varón le exige la prueba de amor, ella pretende certificar a través del embarazo que él en verdad la ama y que, por lo mismo, no puede dejarla.Por ejemplo, una chica de 17 años quiere tener un hijo para que él se amarre a ella porque teme que él la deje. En cambio si tiene un hijo, él la va a llevar. Pero él puede decir que no, pero entonces ella (ya embarazada) recurre a los padres que exigen a la pareja que se case. Embarazo e hijo destinados a amarrar a un hombre a una relación que no se sostiene en los deseos, en las expectativas mutuas ni en las decisiones de dos. La mujer renuncia a su palabra, a la búsqueda de otras alternativas para ser amada y deseada y se va por el camino, aparentemente más fácil. En ese embarazo hay una suerte de humillación, de anonadamiento de la mujer y también del hijo.
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