miércoles, 3 de octubre de 2007


Una maternidad conflictiva

El hijo forma parte fundamental de la estructura de la feminidad. Está en la vida de la mujer, desde siempre, desde que alguien le dice: has nacido mujer, eres mujer. Porque de ella se puede decir que es la que puede tener un hijo. Una capacidad que, en la práctica, puede llegar o no a transformarse en realidad, pues una mujer puede o no optar por la maternidad. Pero en sí misma lleva esa posibilidad. De hecho, todos los adelantos de la ingeniería genética se originaron en la necesidad de hallar soluciones a la infertilidad y la esterilidad: niños de probeta, banco de semen, inseminación artificial y la misma clonación. Pero la mujer se prepara para ser madre de un hijo deseado en todo el sentido de la palabra: en el tiempo que ella desea, un deseo compartido con un otro al que desea y con quien goza. Por lo mismo, un hijo producto de sus derechos, de sus ilusiones y expectativas. No un hijo impuesto ni obligado. Un hijo amado al que se le ofrece, desde antes, algo más que un nombre y un espacio físico. Según investigaciones recientes realizadas en el Ecuador, el 30% de mujeres indica que su último embarazo no fue ni deseado ni planificado. Este porcentaje se refiere a mujeres casadas o que han organizado una familia a través de unión libre consensual. Cuando se trata de adolescentes solteras, este porcentaje bordea el 100%. ¿Cómo ser mamá de una hija o hijo no deseado, no planificado y que, además, viene a alterar toda la vida? ¿Cómo no ver en esa niña un obstáculo que impide conseguir lo que se tenía planificado, el causante de haber dejado los estudios, de haber pedido amistades, de no salir a fiestas, de pasar en casa? En casos de chicas de 13 ó 14 años que se transformaron en mamás, ni siquiera hubo el tiempo para construir un proyecto de vida. Cuando esta niña mamá crece con su hijo, descubre que entre ella y el mundo que en verdad le pertenece se ha abierto una inmensa brecha que no podrá superar sino con grandes dificultades. ¿Que si amas y adoras a tu hijo? Sin duda. Y estás dispuesta a todo por él. Sin embargo, más de un día amaneces que no lo soportas un minuto más: su llanto, sus exigencias, sus malestares, los cuidados que demanda, el desorden que mete, se tornan insoportables. Hasta llegas a decir que estás harta, hasta la coronilla. ¿Que el niño no tuvo la culpa de tu situación? Claro que sí. Pero es propio de nosotros que echemos la culpa de nuestros fracasos y conflictos a la persona que tenemos a mano. Y nadie está más cerca de una mujer que su niño.De pronto, te das cuenta que, sin saber por qué, le estás regañando por todo, que lo gritas, lo insultas, le dices cosas que a ti misma te asustan. Y así pasas de la ternura sin medida, a las agresiones y violencias. Porque suele acontecer que los niños no deseados, las hijas y los hijos de adolescentes, terminan siendo agredidos y maltratados mucho más que los otros niños.

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