Claves para aprender de los errores y reconducir nuestro estilo de liderazgo: renovación.
Conciencia: estado mental y físico óptimo en la percepción personal y del entorno. Cultivar la conciencia permite mayor flexibilidad cognitiva, creatividad y habilidades resolutivas. Los líderes que ponen atención a toda su dimensión personal, pueden ser más rápidos, felices, certeros y efectivos. Es recomendable una combinación de reflexión, práctica y relaciones satisfactorias para cultivar la conciencia. La reflexión requiere fuertes dosis de autocontrol para manejar la inevitable dosis de estrés y la dinámica de poder, inherentes a una actividad directiva.
Esperanza: nos permite creer que el futuro que visionamos es real y que por ello nos dirigimos hacia unos objetivos alcanzables, al tiempo que inspiramos a otros a alcanzarlos. Un período de renovación personal tiene que estar cargado de esperanza. Cuando tenemos esperanza nos sentimos ilusionados con el futuro. La esperanza nos libera, nos moviliza, nos hace actuar y permite desarrollar nuestros recursos personales. La esperanza y la visión son contagiosas, potenciadoras del comportamiento positivo de quienes nos rodean. Es un imán emocional, permite que la gente siga avanzando a pesar de los obstáculos, une a las personas y las orienta hacia el fin deseado. El líder necesita tener sueños y aspiraciones, pero también contacto con la realidad, para concebir un proyecto realista y factible, necesita ser optimista y creer en su habilidad para cambiar. El optimismo contribuye a crear una sensación general de bienestar, lo cual contribuye a su vez a la renovación.
Compasión: nos permite entender las necesidades y sueños de quienes nos rodean. Al igual que la esperanza, la compasión es contagiosa. De hecho, debemos recibir tanta compasión como la que brindamos. La compasión comienza cuando entendemos a los demás: respetando su visión de la realidad.
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